sábado, 21 de mayo de 2011

Asientos numerados

Son varios los contextos en los que podemos encontrarnos la opción de escoger entre asientos numerados o no: medios de transporte, espectáculos (cine, teatro, deportes, circo, conciertos…) etc. Yo no estoy directamente a favor o en contra de los asientos numerados, lo que estoy es a favor al 100% de que se cumpla la opción seleccionada.

Porque vamos a ver, si los asientos están numerados y en tu billete o entrada pone que tu asiento es el 25A, ¿por qué leches cuándo vas en busca de tu asiento (y no suele ser una búsqueda rápida y sencilla, sino todo lo contrario) hay alguien ocupándolo? Bueno, cuando esto ocurre tienes dos opciones:

1. Ocupar otro asiento que no es el tuyo

2. Decirle amablemente a la persona okupa que se largue al suyo

La primera opción es sin duda la más fácil, pero entonces ahora el okupa eres tu. La segunda opción en cambio resulta violenta, pero a la larga puede evitarte problemas.

Lo que todavía no entiendo es el por qué. Podría encontrarle sentido cuando tu localidad para ver la ópera o el teatro está detrás de una columna y el anfiteatro está casi vacío. Pero, ¿en un tren? ¿En un tren en el que todos los asientos son iguales y además puedes escoger tu butaca cuando compras el billete? Uff. No puedo con esto, en serio.

Y os preguntaréis por qué me ha dado hoy por escribir sobre esto. Pues, como ocurre con la mayoría de cosas escribo, es porque me lo he vivido recientemente. Os cuento. Sucedió en el tren. Cuando, después de patearme todo el talgo, por fin encontré mi sitio, había una okupa en él. Una okupa durmiendo. Total, que me supo mal y me senté a su lado. A los 10 minutos apareció una señora que venía de la cafetería. Resultó ser la verdadera poseedora del que era en ese momento mi asiento. Elegantemente me invitó a desokuparlo y yo accedí, mientras mi okupa seguía durmiendo. Cogí mi maleta, portátil, bolso y chaqueta y fui en busca de otro asiento. A los 10 minutos apareció otra chica y… sí, me volvió a echar. Ya no podía más, de aquí para allá con todos los trastos. Decidí desalojar a la okupa durmiente. Encima no hablaba español y estuvimos un rato para entendernos. Un caos, vamos. Lo bueno es que luego ella fue en busca de su verdadero sitio, que también estaba ocupado!! Dios mío!! Es una cadena imparable!! ¿Cuánta gente se cambiaría hasta que el tren terminó su trayecto? Eso, nunca lo sabremos.

Yo sólo me pregunto: ¿POR QUÉ?

Mourinho, empiezo a entenderte.